El valle de Rodellar es sinónimo de agreste, salvaje e indómito. Lugar mágico donde las brujas esculpieron con sus propias manos las afiladas agujas del laberíntico barranco de Mascún. Aquí, el cielo además de azul y estrellado, se adorna con las idas y venidas de grandes águilas y buitres.
Los ríos de aguas frías y bravas siguen cicatrizando sin piedad la roca caliza a traves de las aguas cambiantes del rió Alcanadre, que se abre paso como una serpiente moldeando a su antojo los tramos de Gorgas negras.
Recóndito lugar en el que arneses, cuerdas y neoprenos se confunden entre cascadas, bozos, marmitas y grandes caos de roca donde el agua habla y gime.
Mas abajo, las surgencias de Custodia y San Cristóbal aportan bellas aguas de color
esmeralda configurando profundas y largas badinas y olletas en el tramo de Barrasil.
El rió se esconde tras sobrepasar el pueblo de Pedruel para resurgir con renovada fuerza y belleza en los tramos de San Martin y los Fornazos, ligare de antiguos carboneros y de afamados pescadores de truchas.
Arriba, en los altos... el cabezo de Guara, pico de 1923 metros de altitud se deja acariciar en el invierno por el manto de la nieve mientras que en verano se engalana con el amarillo de la flor del erizón.
El silencio de la naturaleza se deja sentir en esta parte del Parque de la Sierra y Cañones de Guara.
Sendas centenarias y paredes de piedra seca te introducen en la meseta de Otin, donde pueblos y pardinas se derrumban ante el paso del tiempo.
Lugares irrepetibles y sensaciones distintas en el dolmen de Losa Mora o la ermita de Nasarre y por que no... el canto del Búho y del transitar de las cabras asilvestradas.
"A balle de Rodellar" es todo un mundo a descubrir, solo resta decirte que el corazón y el alma humilde esta presente en todos los rincones de este valle.